Análisis de El malestar en la cultura

El malestar en la cultura

El malestar en la cultura es una de las obras más leídas e influyentes de Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis y titán del siglo XX. El libro examina el conflicto entre las sociedades y sus miembros individuales, cómo las culturas intentan canalizar los impulsos humanos hacia fines constructivos y cómo los individuos luchan por equilibrar las demandas sociales de conformidad con sus propios impulsos y anhelos.

 

A fines del siglo XIX, Freud fundó el psicoanálisis, una terapia de conversación que saca a la luz los deseos inconscientes del paciente y los traumas enterrados para que el paciente pueda trascenderlos y, así liberado, manejar la vida de manera más efectiva. Este sistema terapéutico inspiró el creciente campo de la psicología durante el siglo XX. El malestar en la cultura es uno de los últimos de más de 20 libros que Freud escribió sobre el tema. Juntos, sus trabajos sobre psicoanálisis han influido en generaciones de terapeutas, popularizando conceptos como "libido", "neurosis", "superyó", "narcisismo", "complejo de Edipo", "reacción-formación" e "id". ”

 

El malestar en la cultura analiza primero el problema del sufrimiento humano y cómo los individuos se esfuerzan por evitar el dolor y aumentar el placer. Tres fuentes principales de dolor aquejan a la humanidad: la vejez, la dureza de la naturaleza y los conflictos sociales. Y las personas tienden a responder al sufrimiento de tres formas: distracciones, intoxicación y fantasías. Las personas que no logran manejar su sufrimiento pueden volverse neuróticas y mostrar síntomas de ansiedad, o pueden caer en el abuso de sustancias o, en casos extremos, colapsar en la locura. Freud considera que la religión es simplemente un bocado que no logra resolver genuinamente la infelicidad humana.

 

Freud continúa describiendo cómo evolucionaron las civilizaciones para abordar el problema del sufrimiento. Las primeras sociedades humanas transformaron el egoísmo individual y los impulsos sexuales en afecto por los demás. Los códigos de conducta facilitaban la sociedad, pero estas reglas a veces causaban más angustia que alivio. La gente moderna mantiene sus culturas en altos estándares, a menudo lamentando que los pueblos antiguos debieron haber sido más felices y que las sociedades modernas no lograron aumentar las satisfacciones.

 

A continuación, Freud examina algunas de las formas, incluidos los movimientos políticos, en que las sociedades intentan resolver los conflictos de sus miembros. En Occidente, una directriz principal es "ama a tu prójimo como a ti mismo", una advertencia que Freud cree que es imposible de cumplir y solo hace que las cosas sean más difíciles para las personas que se esfuerzan por mejorar sus interacciones sociales. Sin embargo, lo más difícil de resolver es la agresión antisocial que surge del impulso destructivo profundamente arraigado, o “instinto de muerte”, dentro de cada ser humano.

 

El libro concluye con un examen de la herramienta más exitosa de control social, el superyó arraigado, que protege contra los pensamientos y acciones antisociales. Bajo el mando del superyó, casi todos los miembros de una sociedad llegan a considerar malas muchas actividades que de otro modo serían placenteras porque se consideran culturalmente inapropiadas.

 

Freud observa que sociedades enteras pueden ser neuróticas, es decir, sufrir una aflicción grupal similar a la de un individuo. Espera que su análisis resulte útil para el mundo en general a medida que la humanidad lucha por un futuro con menos sufrimiento y más satisfacción.

 

La edición económica de Dover de El malestar en la cultura está traducida por Joan Riviere, psicoanalista y colaboradora de Freud. El libro incluye las notas a pie de página de Freud, algunas de las cuales son mini-ensayos en sí mismas.

 

La regla de oro

Aunque no siempre es un símbolo en sí mismo, en el uso general, la Regla de Oro es, para Freud, una indicación de los errores del sistema de valores cristiano y de la moralidad occidental en general. La Regla de Oro, tal como Jesús la formula en los Evangelios, dice que uno debe “hacer a los demás lo que uno quisiera que los demás hicieran a uno mismo”. Esto forma la base de un sistema moral y social comunal y desinteresado, al menos en su concepción religiosa ideal. Pero Freud, a lo largo de El malestar en la cultura, cree que las sociedades no se basan únicamente en este tipo de generosidad. En cambio, todos los grupos "civilizados" de hombres y mujeres están unidos por los impulsos competitivos de lo individual (los egoístas) y lo social (los desinteresados). Además, las sociedades deben luchar con los deseos humanos en competencia de amor (eros) y muerte (thanatos), el primero de los cuales hace que las personas se unan en relaciones sexuales y románticas, y el segundo que incita a las personas a destruir esas relaciones, y el social estructuras que los rodean. Esta teoría de los impulsos, que subyace en el sistema de psicología social psicoanalítica de Freud, es, según Freud, una representación más precisa del comportamiento humano que la regla de oro exigente y, en última instancia, poco práctica.

 

Temas- Religión, Delirio y Creencia

Freud cree que la religión, la creencia y el engaño (o creencia fuera de lugar) juegan un papel importante en la regulación individual y social. En esencia, la religión ayuda a las personas a sentirse culpables por ciertas cosas y codifica esta culpa de diferentes maneras como un medio de regular las acciones humanas para el bien de grupos sociales más grandes. El último ejemplo de esto, como lo ve Freud, es la “Regla de Oro” cristiana, que se encuentra en forma similar en muchas otras culturas y religiones. Freud cree que la regla de oro es fundamentalmente ilógica, porque los humanos tienen pocas razones para "amar a un extraño como a uno mismo" y aún menos razones para "amar a un enemigo como a uno mismo".

 

Sin embargo, esta regla se ha convertido en parte de los códigos morales individuales y sociales porque es una formulación socialmente ventajosa: permite que los individuos y las sociedades regulen la agresión humana y dirijan esa agresión hacia adentro, hacia un sentimiento de culpa por no estar a la altura. a un ideal moral imposible, en lugar de hacia el exterior, contra otra persona o grupo de personas. Freud argumenta que todas las religiones canalizan la agresión humana hacia adentro, hacia la posición del superyó, que imita el tipo de control que el estado desea tener sobre las personas, para manejar los deseos individuales y evitar que las personas se maten entre sí, tengan relaciones sexuales con otros. unos a otros indiscriminadamente, o destruyendo la sociedad de otro modo.

 

Así, la civilización y su desarrollo están totalmente ligados al desarrollo del superyó y la culpa que el superyó ejerce sobre el ego. Sin estas fuerzas psicológicas no puede haber sociedad, y sin sociedad no puede haber fuerzas psicológicas. Freud argumenta que las dos arenas, individual y social, están completamente entrelazadas. En resumen, no tendría sentido decir que la religión, o la sociedad civil, es “buena” o “mala”. En cambio, uno solo puede describir estos fenómenos como consecuencia de las fuerzas de regulación en juego dentro de la mente humana, fuerzas que Freud cree que son naturales, "incorporadas" a los humanos a nivel biológico.

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